Don Ángel Luis



ANTONIO RISUEÑO

Hermano Angel Luis

La tarde caía: un montón de muchachos escuchaban tras una gran paliza detrás de un balón de futbol a un tío guapo y bien plantado que se iba a hacer cura, su voz era templada y su gesto moderado, no había disonancias ni perfecciones semánticas; simplente una ilusión descomunal por vivir en medio de la gente, regalando el Evangelio.

Aquello se te logró, querido Ángel Luis, el obispo te mandó a Castillejo de Martín Viejo, fuiste un cura alternativo, tenías gran pasión por la misa, la olla sólo la querías para compartirla. Todo era tan radical que parecía marketing pero la permanencia disipaba suspicacias. Fueron años llenos de pasión y entrega, ir a verte era un descanso para el alma, daban ganas de ser como tú. Tu vida era un hermoso barbecho en el que te sembrabas cada día, eso te ayudó a mantener forma y fondo cuando fuiste trasladado al Campo Charro. No te arrogabas de nada pero estabas pleno y realizado. Ahora te has muerto en el singular día, ahora que, entrado en los 50, habías perdido tu clásica figura atlética pero conservabas la ilusión de un veinteañero, ahora que estabas lleno de planes, que te sentías feliz y querido y que seguías sin darle muchas vueltas a la trastienda de las cosas. Ahora cuando hacías falta para sujetar el palo de bandera, ya que se jubilan muchos compañeros tuyos, ahora que nadie entiende nada de tu muerte y seguro que tú tampoco, ahora que el halo de tu recuerdo se funde con tu presencia eterna, me abrazo a lo que de ti queda: tu alama . Cuento contigo compañero.




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